Guitarrista Flamenco: 2010

mesas se llenan y como el caché no es muy alto supone una oportunidad para las jóvenes promesas de este género.Mesones del Casco Antiguo recuperan los tablaos flamencos.CURRITO DE BADAJOZ GUITARRISTA «Yo quiero dedicarme a esto y tener el público tan cerca te da mucho ánimo» JUAN RAMÓN PEINADO MESÓN LA CACHARRERÍA DEL CHUPYS «La gente empezó viniendo poco a poco y ahora se agotan las mesas».Ya es de noche. La Plaza Alta se moja por las gotas de lluvia, que marcan su propio compás. Una pareja que parece llegar tarde alcanza de un salto los soportales. Pliegan sus paraguas y se dirigen hacia la luz que sale de una taberna donde se oyen palmas. Es martes, pero la fiesta se adivina larga. Con las últimas obras para remodelar la Plaza Alta han vuelto los ecos flamencos a este enclave con duende. Para los aficionados es una satisfacción tomarse un vino y una ración delante de un tablao, para los no iniciados supone la alternativa de ocio pacense más genuina, mientras que para los jóvenes artistas se trata de su gran oportunidad. Ahora mismo los dos únicos establecimientos abiertos en la Plaza Alta -La Casona Alta y La Cacharrería del Chupys- han vuelto a programar veladas flamencas con regularidad. Se ha corrido la voz y en la última actuación, con el Niño de los Hierros al Cante y Currito de Badajoz a la guitarra, no cabía un alfiler. Esta propuesta no es nueva. En el pub La Tarara de Santa Marina hubo experiencias similares. Pero no fue hasta el año 2005 cuando se retomó la tradición en el entorno de la Plaza Alta, cuna de palos extremeños como los jaleos o tanguillos. Fue en la calle San Pedro de Alcántara, donde el propietario del mesón La Giralda, Francisco Javier Gutiérrez, empezó a programar un miércoles al mes una tertulia y a continuación un concierto flamenco. «Siempre quise hacerlo, pero me decidí cuando cogí un local con las dimensiones adecuadas y así contribuía a la recuperación del Casco Antiguo y del flamenco puro. Lo hice durante tres años y el público respondió fenomenal. Llegaban varias horas antes y ese día sólo se hablaba de flamenco. Salvo excepciones, prefería que no hubiera cajón para no armar mucho ruido y que sólo se oyera la guitarra y la voz del cantaor. Y aunque los artistas solían empezar por palos serios como seguiriyas o granaínas, se acababa con ambiente de fiesta por tangos, jaleos y bulerías». A los pocos meses, abrió Jaleo en la antigua calle Las Peñas con una filosofía similar, pero duró poco y han pasado varios años sin que se retomara la actividad flamenca en estos cafés cantantes, relegando las actuaciones de este género a peñas y eventos programados institucionalmente. Hasta que los mesones de la Plaza Alta han apostado por este formato de nuevo, si bien durante las navidades y en verano los organizadores hacen un alto. Poco presupuesto Según Juan Ramón Peinado, hostelero socio de La Cacharrería del Chupys, «el público empezó viniendo poquito a poco, pero ahora se agotan las mesas para cenar cuando hay actuación. Todo surgió por el entorno y porque a mí me gusta el flamenco, lo que pasa es que no podemos pagar mucho caché porque el local es pequeño y no se cobra entrada». Que no haya demasiado presupuesto para las contrataciones puede parecer una limitación para un público que quiere oír a las grandes figuras, pero supone una ocasión de lujo para artistas como José Pardo, alias El Niño de los Hierros y afincado en Plasencia, o el guitarrista Francisco Javier, más conocido como Currito de Badajoz. José Pardo hace tres o cuatro bolos al año «y cantar en sitios así me viene muy bien para coger tablas porque a mí me gustaría dedicarme a esto». Currito, su acompañante el pasado martes a la guitarra, de 31 años, dice que ya ha perdido el miedo escénico desde que actuó en el López de Ayala y después en el Palacio de Congresos de Badajoz, «pero el día más bonito de mi vida fue cuando le toqué a toda una lámpara minera como Miguel de Tena (galardón que obtuvo en 2006) en una fiesta privada en Hornachos. Tener al público tan cerca te da mucho ánimo». En Badajoz existe la Asociación de Arte Flamenco, la peña la Encina y la Asociación Porrina de Badajoz. Cada colectivo programa actuaciones, normalmente de cantaores andaluces y extremeños, pero cuando abra en 2011 el Centro de Arte Flamenco en la Plaza alta se multiplicarán estas actividades. Opinan las peñas Para Celestino Vegas, presidente de la Federación de peñas flamencas de la provincia de Badajoz, este género está en auge, como demuestra que hace tres años hubiera doce peñas y ahora haya casi cuarenta. Según Vegas, «las actuaciones en las tabernas son un trampolín para los artistas, ya que a la gente nueva le da miedo subirse al tablao de una peña flamenca, donde el público es más entendido. También es una forma de hacer llegar este arte a los que no lo conocen y que entran en un local a tomarse una copa y ven un concierto». Ildefonso Castaño, de la Asociación de Arte Flamenco de Badajoz, cree que las actuaciones en bares, tabernas y mesones son positivas porque contribuyen a difundir este arte tan extremeño, «aunque tienen una limitación, que es el espacio y que hay gente que va a tomar algo y en vez de escuchar al cantaor se pone a hablar». Por su parte, Jorge Montero de Espinosa, que preside la Peña Flamenca La Encina, con sede en la calle Maya y 110 socios, coincide en que esta fórmula es una oportunidad para muchos. «Yo llevo a seis chavales de entre 18 y 27 años y sus primeras actuaciones suelen ser en la sede de Cocemfe o en residencias de mayores . Antes de pasar a una peña o a un teatro, una opción son las actuaciones en estos locales, que están teniendo mucho éxito como se ha visto con Paquillo o El Niño de la Encina». Sin embargo, cree que el reto ahora es traer a estos mesones a gente de renombre, «pero sale caro, por eso vamos a hablar con los responsables de Cultura de la Diputación y el Ayuntamiento con el fin de que el caché lo puedan pagar a medias entre la administración y el hostelero, de modo que se pueda combinar en la oferta a las jóvenes promesas con artistas de gran nivel».